Desde la neuropsicología, cuando hablamos de las consecuencias de un aislamiento como la cuarentena que estamos viviendo por el COVID-19, debemos tener en cuenta la estructura neuropsicológica de cada persona (que se determina a partir de una evaluación profunda como es el mapeo cerebral) así como los recursos internos con los que cada uno cuenta y la perspectiva de futuro que tiene.
Por un lado, encontramos consecuencias positivas, que se pueden dividir en dos: enriquecimiento personal y bienestar social. En cuanto al enriquecimiento personal, podemos pensar en el desarrollo de tareas que lo hagan a uno sentir bien como persona: aprender a estar consigo mismo, desarrollar una nueva habilidad, aprovechar el tiempo libre, adelantarse en tareas que tenemos pendientes, entre otras. Esto trae beneficios en la autoestima, en la satisfacción personal y en el auto conocimiento. En cuanto al bienestar social, el hecho de saber que no somos el ombligo del mundo, sino que somos un grano de un desierto enorme que está luchando por una misma causa, hace que le demos sentido al confinamiento, que tenga propósito el hecho de no salir de casa. Como dijo un médico experto de la universidad de Texas: “quedarnos encerrados no solo hace que la pandemia se detenga, sino que también les da tiempo a los expertos para descubrir cómo ayudar a la humanidad”.
Desafortunadamente, la mayoría de los seres humanos nos quedamos en las consecuencias negativas de una cuarentena como la que estamos viviendo. Desde este punto de vista, y teniendo en cuenta las características de personalidad de cada uno, el trastorno que más se ha desarrollado en esta época es la ansiedad generalizada. Ésta, se describe como la sensación de falta de control con respecto al futuro y se caracteriza por síntomas somáticos como taquicardia, sudoración, dolor abdominal o dolor de pecho, entre otras. Otro trastorno que puede ser consecuencia de un confinamiento como el que estamos viviendo es la depresión; personas que no saben vivir consigo mismos, que no tienen manera de distraerse diferente a estar “fuera de sí”, pueden entrar fácilmente en este estado de ánimo.
Para aliviar un poco los síntomas de los desórdenes descritos anteriormente, y con el fin de regular de forma natural los neurotransmisores responsables de la ansiedad y la depresión, la neuropsicología recomienda comer chocolate negro o frutos secos con el fin de equilibrar los niveles de serotonina (neurotransmisor encargado del bienestar emocional). Además, tomamos las sugerencias de los expertos: establecer hábitos y rutinas en casa: levantarse la hora de siempre, bañarse todos los días, hacer ejercicio, alimentarse bien (con los horarios de siempre), tener espacio para el ocio y mantener contacto con las personas importantes en su vida. En los espacios de ocio, cabe el desarrollo de la espiritualidad (meditación, yoga, oración o mindfullnes), escuchar música, ver televisión, bailar, leer, armar rompecabezas o pasatiempos. Por último, darse permiso de sentir, de sentir tanto las emociones agradables como las desagradables: el miedo, la rabia, la impotencia, la frustración o la tristeza son emociones válidas en esta época. Debemos aprender a gestionarlas o de lo contrario buscar ayuda para regularlas (puede ser con psicoterapia o neurofeedback) y así sentirnos mejor.