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El Nuevo Inconsciente en el Mapeo Cerebral

Cuando se hace referencia a la neuropsicología, usualmente estamos pensando en las estructuras del cerebro encargadas de las funciones cognitivas: pensamiento, lenguaje, atención, concentración y memoria, entre otras.

La actualización de los estudios en el cerebro nos ha mostrado que éste regula también el sistema emocional: clásicamente, se ha hecho referencia al sistema límbico. El neurocientífico Mc Lean (1985) amplió el funcionamiento de las emociones a las cíngulas y al área prefrontal. Y los últimos estudios, permiten hacer referencia a una estructura cerebral encargada de recibir aquel contenido emocional que el ser humano no es capaz de asimilar en su conciencia, ésta se ha denominado el Nuevo Inconsciente.

Vale la pena aclarar que no es el mismo inconsciente de Freud (1900) que se encarga de recibir los contenidos que son dolorosos para el ser humano y por lo tanto reprimidos, sino de una “estructura cerebral diseñada para que sólo algunas tareas y funciones formen parte de lo consciente, mientras que el resto es delegado a un conjunto de operaciones automáticas, algunas de las cuales podemos llegar a controlar parcialmente” (Martínez Lorca, 2019).

 

Todo lo anterior para afirmar, que, a través de un mapeo cerebral, en el que se estudia la arquitectura del cerebro y su funcionamiento eléctrico, también se puede analizar este Nuevo Inconsciente. Uno de los mapas que se obtienen, evidencia la impronta que las emociones han dejado en esta zona en el transcurso de las distintas etapas de desarrollo, la relación existente entre ellas y los traumas que han quedado registrados en este Nuevo Inconsciente.  La invitación es a conocer cómo están las emociones en cada uno de nosotros, aprender a gestionarlas de manera consciente o trabajarlas a partir de un entrenamiento como el neurofeedback en el que de alguna forma “descargamos” el Nuevo Inconsciente.

 

Para gestionar nuestras emociones, de manera consciente y sin ningún apoyo terapéutico, podemos  tener en cuenta estos tres pasos:

  1. Reconocer lo qué estamos sintiendo: aceptar la emoción (rabia, frustración, alegría, curiosidad, sorpresa, entre cientos de emociones que existen).
  2. Nombrar dicha emoción: no basta con reconocerla y aceptarla, debemos ponerle el nombre que es, para que ocupe el lugar que se merece.
  3. Validar y permitir que nos acompañe por un rato: es importante evitar la lucha contra las emociones, dejar que permanezca el tiempo que lo necesite.